Cátedra de Clínica Médica – Facultad de Ciencias Médicas – Universidad Nacional de Rosario

El gran poeta don Francisco de Quevedo y Villegas (1580 – 1645) nació en Madrid y su vida transcurrió entre numerosos intentos fallidos por intervenir en la vida política de su tiempo y la poesía. Es en este ámbito donde se destacó en el seno de un movimiento artístico nuevo, el Barroco y el conceptismo, al que le imprimió su sello y su originalidad. En su obra se puede encontrar desde “el chiste más procaz hasta el pensamiento más profundo, el grito de dolor más extremado a la imagen colorista más audaz”. Cuando pensamos en Quevedo nos vienen a la memoria algunas líneas del más glorioso soneto amoroso que se haya escrito. Dice así: “Cerrar podrá mis ojos la postrera / sombra que me llevare el blanco día, / y podrá desatar esta alma mía […] mas no […] dejará la memoria, en donde ardía […] Alma a quien todo un dios prisión ha sido /venas que humor a tanto fuego han dado / médulas que han gloriosamente ardido, / su cuerpo dejará, no su cuidado; /serán ceniza, mas tendrá sentido; polvo serán, mas polvo enamorado”. 1 Sin embargo, no por ser el más conocido y uno de los más bellos sonetos de amor de Quevedo, arroja ninguna sombra sobre los numerosos poemas satíricos y burlescos admirables por su agudeza.

Así, el siguiente soneto – no es el único en el que Quevedo se burla, con una mirada casi degradante, de los médicos, los “sacamuelas” y también los “boticarios” – titulado “Médico que para un mal que no quita, receta muchos” 2 nos incumbe:

La losa en sortijón pronosticada 3
Y por boca en una sala de viuda, 4
la habla entre ventosas y entre ayuda, 5 Con el “Denle a cenar poquito y nada”. La mula, en el zaguán, tumba enfrenada; y por julio “Arrópenle si suda; no beba vino; menos agua cruda; la hembra, ni por sueños, ni pintada”. Haz la cuenta conmigo, dotorcillo: ¿para quitarme un mal, me das mil males?

¿estudias medicina o Peralvillo? 6

¿De esta cura me pides ocho reales?

Yo quiero hembra y vino y tabardillo, 7

Y gasten tu salud los hospitales.

El poema vale la pena una reflexión. Imaginemos, por un momento, que Quevedo volviera y viviera en nuestro siglo: ¿de qué modo arremetería contra los médicos cuando comprobara que ya no es sólo el enfermo el sujeto de las prohibiciones sino también el sano a quien desde la medicina se lo considera un pre-enfermo que si no cumple con ciertas preceptivas tarde o temprano será el enfermo de Quevedo? Como dice Thomas Anz, existe una alianza entre los discursos médicos y morales que se vuelve muy atractiva para las construcciones normativas de las sociedades modernas: para acceder a una vida más prolongada es necesario cuidar milimétricamente nuestros hábitos. Siguiendo a Quevedo, los médicos deberíamos preguntarnos si no será demasiado “Peralvillo” para la promesa de un futuro que, como tal, no existe en la realidad y del que surge una pequeña paradoja por la cual el discurso médico, proveniente de la ciencia que se basa exclusivamente en la observación, se parece en algún punto al discurso religioso cristiano que promete una vida eterna más allá de la muerte y al que muchos se aferran pero que nadie ha visto o, por lo menos, no ha vuelto para contarlo.

  1. El título de este famoso soneto de Quevedo es “Amor constante más allá de la muerte”. Véase Quevedo; Antología poética; Edición, introducción y notas de José María Pozuelo; Barcelona: RBA Editores; 1994. p. 112.

  2. Ibid. p. 139. Las notas y explicaciones de este soneto son de José Ma. Pozuelo.

  3. Significa que mientras el médico toma el pulso pronostica por el peso de su sortija el peso de la losa del sepulcro al que está condenado el paciente.

  4. “sala de viuda”: por la negrura que hay en el interior de la boca del paciente que juega, a su vez, con la idea de la muerte del enfermo.

  5. La cursiva es mía. Las “ventosas” eran una especie de vasos de vidrio de boca ancha en cuyo interior se colocaba un algodón embebido en alcohol que se encendía e inmediatamente se apoyaban sobre la espalda del paciente; se usaban antiguamente en la creencia de que mediante la presión y el calor se podía sacar la congestión pulmonar; la “ayuda” es una simple enema.

  6. “Peralvillo” era un sitio junto a Ciudad Real donde la Santa Hermandad impartía justicia a los delincuentes de su jurisdicción mediante “saetas”: armas delgadas y de punta afilada, generalmente de hierro, que se arrojan mediante un arco. El poeta juega en esta imagen con la capacidad de producir daño que tienen los médicos.

  7. “tabardillo”: era el nombre que se le daba al tifus.