Cátedra de Clínica Médica – Facultad de Ciencias Médicas – Universidad Nacional de Rosario

 

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Sócrates y yo: “La Diabetes”

Por Daniel Flichtentrei

– Es asombroso, Sócrates, como se ha expandido la epidemia de Diabetes en el mundo y, para empeorar las cosas, se espera un crecimiento aún mayor para las próximas décadas. – Ciertamente eso dicen los epidemiólogos. Pero: ¿Por qué es tan malo que eso suceda? – Sócrates, es bien conocido el grave deterioro que la diabetes ocasiona en los vasos sanguíneos, el corazón, el riñón, las retinas. – Si eso es tal como dices se trata entonces de un problema muy serio. Pero, ¿En qué consiste ese problema? – El trastorno se caracteriza por un aumento de la Glucosa en la sangre por encima de ciertos valores considerados normales. – ¿Entonces las personas que superan esos “valores normales” serán los diabéticos en tanto quienes no lo hagan serán los no diabéticos? – En efecto Sócrates, así es. – ¿Entonces lo que define a la Diabetes es el aumento de las cifras de Glucosa en la sangre de estos desdichados enfermos? – Tal como lo dices Sócrates. – Eso me hace suponer que, por lo tanto, a partir del momento en que esos valores se incrementan comienzan a alterarse los vasos sanguíneos, el corazón, el riñón, las retinas tal como me acabas de enseñar. – Sí, claro, la enfermedad progresa desde ese momento. Aunque…no pocas veces las personas padecen graves enfermedades cardiovasculares como el Infarto de Miocardio varios años antes de elevar las cifras de Glucosa en la sangre. – Entonces, ¿Puede decirse que esas personas son diabéticas antes de tener elevados los niveles de Glucosa? – No exactamente Sócrates. La definición vigente de Diabetes exige que los valores de Glucosa se encuentren elevados en ayunas o luego de una prueba de tolerancia a los hidratos de carbono para afirmar que una persona es diabética. – ¡¡Ahora si entiendo!! Entonces lo que sí puede afirmarse es que esas personas que padecen graves problemas vasculares antes de tener Glucemia elevada no son diabéticos. – Bueno algo así Sócrates. Sucede que esas personas no son diabéticas pero lo serán un tiempo más tarde. – Es grandioso amigo, ahora tengo las pruebas de una antigua sospecha mía, la Medicina supera lejanamente a la Filosofía. – ¿Qué dices Sócrates? Eso es imposible, la Filosofía es la madre de todas las ciencias, de ella nacen los fundamentos de los modos de pensar, incluso los que la propia Medicina emplea. – No me parece que sea así pues acabas de darme un ejemplo muy claro de un caso en que las consecuencias preceden a las causas. Eso derrumba por completo el pretencioso y milenario edificio de la argumentación lógica. – Sócrates, confieso que algunas veces me desconciertas, demasiadas veces. – No sé cuál es la causa de tu desconcierto. – Tus temerarias afirmaciones maestro, tu súbito menosprecio de tu propia disciplina. – Pero, ¿No me habías dicho hace algunos instantes que la Glucosa elevada era la responsable del daño vascular y orgánico? – Si, así es. – ¿Y no me acabas de decir que ciertas personas sufren esos daños antes de elevar la Glucosa por encima de los valores que Uds. mismos definen como normales? – Sí, así es. – Pues entonces está muy claro: la Diabetes es una enfermedad en la que las consecuencias pueden preceder en años a las causas. De este modo es posible padecer los daños que la enfermedad provoca mucho antes de padecer la propia enfermedad. – Creo que estás logrando confundirme. – No es esa mi intención, sólo sigo el rumbo de tus propias afirmaciones. Tal parece ser que la diabetes es una de esas infrecuentes situaciones donde el futuro produce consecuencias en el presente. Sabía yo que las cosas no eran tan sencillas como 2.500 años de ingenua filosofía nos hacían suponer. – Ahora estoy seguro: has logrado confundirme por completo. – Se desprende de tus dichos que lo que define a la enfermedad son las cifras de Glucosa, no el daño que éstas parecen producir prematuramente. – Ahora el que no entiende soy yo Sócrates. – Está muy claro: la enfermedad es definida por una variable, la Glucemia, pero algunas de las secuelas de la enfermedad se le anticipan. Por lo tanto, o esta enfermedad contradice la flecha del tiempo o lo que la define es una variable secundaria y tienen entonces mis amigos médicos un problema de definición. – Tu grado de abstracción, maestro, supera mi entendimiento a ras del piso. – Imaginemos juntos un hacha capaz de partir al medio un grueso tronco. ¿Podrías amigo hacer para mí una definición del hacha? – Por supuesto maestro, incluso para alguien con mi ignorancia eso sería muy sencillo: Un hacha es una herramienta cortante compuesta por un trozo de hierro filoso y un mango de sólida madera capaz de ser empuñada por un hombre y cortar con ella un grueso tronco de árbol. – Excelente amigo, que inútil me haces sentir. ¿Para qué un médico podría requerir de un filósofo? – Sócrates tu ironía no tiene límites. – Imagina ahora amigo médico ¿Qué pensarías si yo te aseguro que puedes ver el tronco cortado primero y empuñar el hacha después? – Discúlpame maestro, pero debo retirarme quisiera solicitar un turno con algún filósofo para lo que debo consultar la cartilla de mi obra social. Hasta pronto. – Hasta pronto amigo y muchas gracias por todas tus valiosas enseñanzas de hoy.

Dr. Daniel Flichtentrei