Cátedra de Clínica Médica – Facultad de Ciencias Médicas – Universidad Nacional de Rosario

            Catarsis (kátharsis) en griego significa purificación. En medicina actualmente se usa en dos acepciones: En la clínica significa defecar, y en el psicoanálisis, en términos descriptivos, llenar las lagunas del recuerdo y en términos dinámicos, vencer las resistencias de represión (S. Freud: Recordar repetir y reelaborar 1914). Podríamos decir que en ambos casos es consecuencia de una purgación.

            La gente que en un estadio de fútbol se expresa con gritos e insultos inusuales en su discurso habitual hace verdadera catarsis de sus emociones y de sus alegrías, sus agresiones e ilusiones.

            Pitágoras fue el primero en usar este término, que originariamente era reservado a la medicina para designar a ciertos rituales sagrados de purificación del alma para curar enfermedades. Autor del famoso teorema donde desarrolla el concepto de números cuadrados, al mismo tiempo logra, desde la mística, la “cuadratura del triángulo”. Como consecuencia de haber formalizado los números fraccionarios, determina los intervalos concordantes de la escala musical. Cada nota es un “intermedio” entre dos extremos de la escala, concordante con las otras notas.

            Según Pitágoras todo está compuesto por opuestos: seco y húmedo, femenino y masculino, par e impar, finito e infinito, uno y múltiple, descanso y movimiento, línea recta y curva, luz y tinieblas, bien y mal.

            Así los médicos buscaban que los “humores” del paciente (sangre, flema, bilis negra, linfa) tuvieran un equilibrio tal en que hubiera salud y no se desequilibraran los humores a favor de uno de ellos.

            A este equilibrio inestable de humores, que sustentaba la salud, Pitágoras le llamó “catarsis”, o “justo punto de equilibrio entre opuestos”.

            Su afición por los números le llevó a afirmar que todo (incluso los dioses y los hombres), eran números en una secuencia determinada, de modo tal que si se alteraban los números, la cosa desaparecía. (Cualquier semejanza con la genética corre por cuenta del lector).

            Cada número tenía una categoría determinada y una figura geométrica que lo caracterizaba.

            Tomemos un ejemplo, el número cinco. Su figura geométrica es el pentágono, y su característica es el conocimiento (la suma del dos y el tres, que representan lo perfecto y lo imperfecto, lo infinito y lo finito).

            En griego conocimiento se dice “manzano”. En castellano la manzana se llama así porque si cortamos por el medio (al revés de lo habitual), vemos que las semillas forman una estrella de cinco puntas.

            Es por esta razón que Adán y Eva, al comer la manzana, adquirieron un conocimiento que los alejó de la inocencia, razón por lo cual fueron expulsados del Paraíso.

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Aristóteles, filósofo pitagórico, afirmaba que el aire que respiramos es “ilimitado”. Pero la cantidad que nosotros podemos respirar es limitada.            Esta cuestión de que un individuo represente una “condensación” de lo ilimitado, da lugar a la teoría de Aristóteles de que el límite da forma a lo ilimitado. Así, el límite de la salud, marca la ilimitada situación de la enfermedad.

            Uno de los libros mas cuestionados de Aristóteles es la poética (Poiesis).

            En él afirmaba que existen dos clases de seres:

·        Ser natural (Físi): Tiene en sí mismo el principio de movimiento (Kinisis) o de cambio (metabolí). Cuando llegue a la plenitud estará en “Estado de acto” (en-erguía)

·        Ser artificial: Es el opuesto de lo natural. Por ejemplo una mesa, no representa lo natural de la madera. Una espada no representa lo natural del hierro.

            Dentro de lo artificial existe lo “artístico”, donde la poesía (poiesis) consiste en usar lo artificial como imitación (mimesis) de lo  natural. La poesía para Aristóteles engloba la escritura, la danza, la pintura, la escultura, etc.

            Esta categoría de imitación, de ningún modo desmerece al artista (que construye lo artificial), sino que le otorga la categoría de metáfora de lo natural a aquellas cosas que imitan a la naturaleza siendo artificiales.

            De algún modo estos tres niveles de esencias (o debiera decir seridades, o como se dice en ingles suchness), nos vuelve a Pitágoras con el tres, primer número impar y representante de la perfección, por oposición al dos, el primer número par, ligado a la imperfección  y a Dios (dio), contenedor de lo bueno y de lo malo. Este pensamiento está muy ligado y probablemente provenga de un origen común oriental del Ying y Yang.

            También lleva al concepto de la terceridad de los semióticos, desarrollado primariamente por Pierce y profundizado por Eco (significante, significado y significación).

            Jakobson hablando de las funciones linguísticas, en especial de la poética dice que el mensaje debe ser “ambiguo y autorreflexivo”.

            Eco dice en la Estructura ausente, que “…Un mensaje con función estética está estructurado de manera ambigua, teniendo en cuenta el sistema de relaciones que el código representa… Un mensaje totalmente ambiguo resulta extremadamente informativo… es decir, puede quedar reducido a puro desorden… y exige un esfuerzo de interpretación, permitiendo descubrir unas líneas o direcciones de decodificación… y establecer un orden más calibrado que el de los mensajes redundantes…”.

            Umberto Eco refiere esta ambigüedad del signo poético como “Violación a las reglas del código”. Esta ambigüedad en el signo poético, en lugar de producir desorden, pone al destinatario en “excitación interpretativa”.

            Así Eco define la ambigüedad estética como “…Una desviación en el plano de la expresión, que se corresponde con alguna alteración en el plano del contenido… En el texto estético, las cualidades físicas de la señal y sus posibilidades de producción y de transmisión… las llamamos materia del significante. El goce estético no ocurre mas allá de las propiedades físicas del texto, sino porque a la materia se le ha infundido carácter relevante semióticamente …”

            También afirma Eco que “…En el mensaje estético sucede como en el argumento de la tragedia según Aristóteles en su poética: El argumento ha de producir que suceda alguna cosa que nos sorprenda, que vaya mas allá de lo previsible y que sea contrario al sentido común (parà tèn doxan). Pero para que ese acontecimiento sea aceptado, debe ser creíble, a pesar de ficticio. Debe ser verosímil (katà tò eikòs). Es increíble que un hijo quiera matar a su madre, instigado por su hermana (es contrario al sentido común), el espectador se pondrá sobre ascuas, por la carga de ambigüedad de la situación). Para que el hecho no sea rechazado como una locura, es preciso que sea verosímil: El hijo quiere matar a su madre porque ésta ha inducido a su amante a matar a su esposo…”

            Merleau-Ponty, desde su fenomenología heredera de Husserl, que sólo describe sin intentar explicar ni analizar, afirma que “…La enfermedad, como la infancia y el estado de primitivo, es una forma de existencia completa, y los procedimientos por ella empleados para sustituir las funciones normales destruidas  son igualmente fenómenos patológicos. No puede deducirse lo normal de lo patológico, las deficiencias de las suplencias, por un simple cambio de signo. Hay que entender las suplencias como suplencias, como alusiones a una función fundamental que intentan sustituir y cuya imagen directa no nos dan. El verdadero método inductivo  no es un método de diferencias, sino que consiste en leer correctamente los fenómenos, en captar el sentido que tienen, eso es, en tratarlos como modalidades y variaciones del ser total del sujeto…”.

            Foucault, en apoyo de Merleau-Ponty, dice: “… La fenomenología le dará la estructura secretamente lingüística de lo dado y el carácter constituyente de la espacialidad corporal…”.

            Ahora sí podemos afirmar que el síntoma no es una alteración de la normalidad, sino:

            “Discurso del ser ambiguo y autorreflexivo, que sigue las reglas de la poética, que lleva al paciente a un punto intermedio entre la lástima de sí mismo y el pánico de lo por venir que él imagina de una manera verosímil”.

            De acuerdo a Jean Guir, psicoanalista francés dedicado a la psicosomática: “El síntoma es un significante nominado que data”.

            Este valor de Metáfora aristotélica retomado por Guir, explica por qué éste toma una enorme distancia de Freud al hablar de “Histerias orgánicas”, no en el sentido psicoanalítco de neurosis histérica, sino en el sentido de síntoma metafórico de un conflicto “no dicho” (significante nominado que data), expresado de una manera orgánica (biológica, podría decirse).      

            Shakespeare escribe una obra maestra de la ética de las relaciones interpersonales, del poder y de la senilidad, y pone en boca del Rey Lear la siguiente sentencia: “El hombre no es más que un pobre animal, desnudo y ahorcado” (Man is no more than this, a poor, bare, forked animal) Acto III, Escena iv).

            Por fin, un diálogo médico – paciente que me parece paradigmático, entre Macbeth y su médico:

            Médico: No es tan grave su dolencia, señor, como la agitación que sufre por incesantes visiones que le impiden reposar.

            Macbeth: ¡Cúrala…! ¿No puedes calmar su espíritu enfermo, arrancar de su memoria las angustias grabadas en el cerebro, y con un dulce antídoto olvidador, arrojar de su seno oprimido las peligrosas materias que pesan sobre su corazón?.

            Médico: En tales casos, el paciente debe ser su mismo médico.

            Macbeth: Arroja a los perros la medicina, no la necesito… Si pudierais doctor analizar la orina de mi reino (cast the water of my land), hallar su enfermedad y restituirle con la purga su prístina y excelente salud, te aplaudiría hasta que los ecos repitieran mas aplausos; ¡Arráncalo, te  digo!. ¿Qué ruibarbo, sen, o droga purgante podría desembarazarnos? … ¿sabes de alguno? (Macbeth Acto V escena III)